Fluctuaciones cambiarias sin grandes perdedores
El euro ronda su nivel mÃnimo de los últimos 12 años frente al dólar luego de que el Banco Central Europeo (BCE) diera inicio a su plan de compra de bonos. El abaratamiento del euro es una espléndida noticia para Europa puesto que fortalece sus exportaciones y, por ende, su crecimiento, y eleva el precio de sus importaciones, lo que ayuda a combatir la amenaza deflacionaria.
El panorama no es tan alentador en Estados Unidos. El fortalecimiento del dólar frente al euro y una serie de monedas, entre ellas varias divisas latinoamericanas, reducirá el crecimiento, disminuirá las exportaciones y dificultará la labor de la Reserva Federal (FED, por sus siglas en inglés) para elevar la inflación de doce meses a cerca de 2%, la meta de la entidad.
Esta clase de situaciones dan pie a que se comience a hablar de una guerra de divisas, es decir, un paÃs que trata de salir del atolladero empobreciendo al vecino, como ocurrió en los años 30.
Se trata, sin embargo, de una interpretación equivocada de los años 30 y del presente. Tanto en la década de los 30 como ahora, cuando un paÃs implementa una polÃtica de estÃmulo monetario que deprecia el valor de su divisa, a menudo otras naciones siguen el ejemplo y el resultado es una inyección monetaria global que ayuda a todos.
A inicios de los años 30, el valor de la mayorÃa de las divisas tenÃa una paridad con el oro, lo que significa que estaban estrechamente ligadas la una con la otra. Cuando Gran Bretaña abandonó el patrón oro en 1931, varios de sus socios comerciales y ex colonias hicieron lo mismo. Sus exportaciones lograron una ventaja competitiva contra las de los paÃses que siguieron en el sistema, como Francia y EE.UU.
Esto, sin embargo, no era el principal beneficio de la devaluación. Para mantener la paridad entre una moneda y el oro, las autoridades estaban obligadas a mantener tasas de interés prohibitivamente altas. Una vez que una economÃa salÃa del patrón oro, el banco central estaba en condiciones de reducir las tasas de interés e imprimir dinero. Barry Eichengreen, profesor de la Universidad de California, en Berkeley, dice que este impulso monetario ayudó a derrotar la deflación y apuntalar el gasto y la inversión. Esto, a su vez, fortaleció la demanda por exportaciones, lo que contrarrestó parte del daño causado a otros paÃses por la devaluación. La respuesta adecuada de otros paÃses, escribe Eichengreen, es realizar una polÃtica monetaria expansiva si el otro paÃs impone una polÃtica monetaria expansiva y depreciar la divisa si el otro paÃs hace lo mismo. EE.UU. devaluó en 1933 y Francia esperó hasta 1936.
En la actualidad, cuando un paÃs trata de administrar su tasa de cambio, compra y vende su moneda en los mercados o emplea controles de capital u otras regulaciones para restringir su uso. Tales prácticas siguen siendo habituales en los mercados emergentes, en particular China.
Eso, sin embargo, no es lo que pasa ahora. Ni EE.UU., ni el BCE han intervenido para depreciar el valor de sus divisas desde antes de 2007. Japón no lo ha hecho desde 2011. Algunos paÃses más pequeños como Suiza, Corea del Sur y Dinamarca han intervenido con regularidad.
En lugar de ello, los paÃses han influido sobre el tipo de cambio en forma indirecta. Al reducir las tasas de interés, el banco central puede fomentar el gasto y la inversión además de disminuir el atractivo de su moneda, lo que es positivo para el intercambio comercial. En momentos en que las tasas de interés de corto plazo se ubican casi en cero, los bancos centrales han optado por comprar bonos con dólares, euros y yenes recién impresos.
Esta polÃtica, conocida como flexibilización cuantitativa, ha sido la verdadera fuente de tensión. Cuando la FED empezó su segunda ronda de flexibilización cuantitativa en 2010, el dólar se devaluó y las acusaciones de una guerra global de divisas no demoraron en llegar.
No obstante, observar exclusivamente la caÃda del dólar otorga una perspectiva sesgada. A medida que la FED compraba bonos y sus rendimientos descendÃan, los inversionistas hacÃan fila para ingresar a otros mercados en busca de retornos más altos. Eso, a su vez, impulsó los precios de las monedas y acciones de esos paÃses, e hizo caer sus tasas de interés.
No se trató siempre de una buena noticia, puesto que algunas de estas economÃas luchaban contra la inflación y no querÃan que se formaran burbujas de activos. De todos modos, el Fondo Monetario Internacional concluyó que, sumando y restando, el impacto de estas medidas en el resto del mundo fue positivo.
La caÃda del dólar hizo que otros paÃses siguieran el ejemplo de la FED. Esa fue una de las razones por las que el Banco de Japón expandió su programa de relajación cuantitativa en 2013.
Los planes de flexibilización cuantitativa de EE.UU. y Japón fortalecieron el euro y redujeron la inflación en la zona euro, sentando las bases para que el BCE pusiera en marcha una tasa de interés negativa a mediados de 2014 y luego lanzara su propia relajación cuantitativa.
El estÃmulo en EE.UU. ha dado frutos y la economÃa está en una posición más sólida para absorber el alza del dólar. Puesto que el fortalecimiento del dólar ejerce presión a la baja sobre la inflación, la FED podrÃa verse tentada a dejar las tasas de interés en cero por más tiempo, lo que serÃa una señal de que el estÃmulo del BCE cruzó el Atlántico.
Fuente: Diario Capital Financiero